La secuencia que abre la película nos sumerge en un espacio acuático donde una voz en off parece comenzar la narración de lo que va a ser un cuento de hadas. Desde ese momento el líquido elemento fluye y rezuma por todos y cada uno de los planos de la película hasta llegar a ese bello plano final acuático en el que tampoco nos hubiera sorprendido un “colorín, colorado”.
El agua es necesaria para que Elisa se transforme y de rienda a sus instintos todas las mañanas, para que Elisa pueda realizar su trabajo y tirando de fregona consiga cambiar la apariencia de un mundo mugriento, incluso el agua es vital para transformar y cocer esos huevos que servirán de nexo inicial a una relación en la que el agua será también un factor decisivo.
Pero el agua no tiene forma, adopta la forma del recipiente que la contiene, y esa alusión directa que nos sugiere el propio título de la película es también el reto que se propone Guillermo del Toro, conseguir una inmersión plena en una fábula romántica donde la magia y la fantasía son imprescindibles para conseguir que nuestra mente fluya por unos cauces ajenos a otras corrientes más convencionales.
Lo que es innegable es que el recipiente que contiene esta película tiene una de las formas más sugerentes y cinéfilas que podamos encontrar: un espacio retrofuturista cuidadosamente recreado y coloreado que nos transporta al genuino cine de serie B de los años 50 (laboratorio secret + “mad doctor” + criatura misteriosa), unos personajes extrañamente poco convencionales en este género (chica muda y solitaria + vecino anciano homosexual + compañera dominatrix) y un montón de guiños y referencias al mundo del cine (la pasión por los musicales + la sala de cine + las marquesinas). Y como guinda del pastel una banda sonora del magnífico Alexandre Desplat donde incluso los score tienen una personalidad mágica y fantástica.
Cómo conseguimos cada uno de nosotros adaptarnos a la forma de este recipiente en forma de película resultará toda una experiencia personal, que en algunos casos será de lo más placentera y en otros casos no tanto, ya que algunas personas gustan de recipientes más sencillos y con menos recovecos. Está por ver que pasará cuando volvamos a nuestros cauces cinematográficos habituales, porque trascender es importante y sería una pena de este bello recipiente sólo quedase un recuerdo que se fuera convirtiendo en insípido, inodoro e incoloro.
Ficha de la película: La forma del agua (2017)