Shame es la prueba de que el cine británico sigue siendo vigente, fresco y de calidad; en este caso construido entorno a un eje tan complejo como el de las adicciones sexuales como la que sufre su protagonista (estupendo Michael Fassbender) y que le provoca serios problemas para controlar todos los ámbitos de su vida (laboral, social y personal). La presencia de Sissy (Carey Mulligan) desencadadena una espiral de acontecimientos y experiencias que le obligarán a replantearse su vida comenzando por sus principios más básicos.
Afrontar un drama de esta envergadura implica poner al frente del reparto a alguien realmente creible y competente; y hay que reconocer que Michael Fassbender cumple con creces este papel. No sólo es capaz de dotar a su personaje de multiples personalidades muy complejas, sino que además puede pasar de un estado a otro en la misma secuencia y de forma totalmente creible y contundente. Su personaje devora completamente a una Carey Mulligan que sigue en el registro de ingenuidad/fragilidad marcado por “An Education” o “Drive” y del que debería salir rápidamente. Sería interesante ver como le sienta un papel de “femme fatale”.
No es una película fácil de ver. A pesar de una acertada banda sonora, y de una interesante fotografía, el espectador tiene que trabajar continuamente para leer entre líneas. Sirva como ejemplo esos primeros veinte minutos en los que se presenta a los personajes, sin apenas guión ni diálogos que articulen las imágenes que vamos presenciando. Todo ello contribuye a una sensación de un desangelado vacío, tan frío como el apartamento de su protagonista; con una vida tan tediosa subrayada por planos y actos que se repiten de continuo (hasta la aparición de Carey Mulligan) y despojan a las inevitables escenas de sexo de toda pasión.
Destacaría el empleo, a lo largo de todo la película, de unas secuencias mucho más largas de lo común, depuradas y muy naturales, perfectas para contribuir a ese tedio y sordidez que envuelve la cinta y que obliga a los actores a dar lo mejor de si mismos ya que sin cambiar de plano deben transfigurar a sus personajes por completo. Destacaría la formidable secuencia con el principal desenlace de la película, o ese otro complicado primer plano en el que, en una única secuencia, Carey Mulligan nos regala una versión del archiconocido tema “New York, New York”.
Mis más sinceros respetos para el director Steve McQueen que afronta con serena madurez la que es su segunda película, tras su ópera prima “Hunger” y que apunta serias maneras en la línea de otros directores british tan consolidados y respetados como Christopher Nolan, Danny Boyle, Paul Greengrass o Stephen Daldry.
Ficha de la película: Shame (2011)