Alabama Monroe es de esas películas que no dejan indiferente al espectador, y probablemente se deba a que sabe tocar esos resortes ocultos que remueven los más profundos valores de nuestra condición humana. No podemos decir que el director nos haya manipulado de ninguna forma, ya que desde la primera secuencia en el hospital deja bien claro cuál va ser el giro de la película que desencadena toda la historia de Elise y Didier, a la vez nos engancha irremediablemente a querer conocer más acerca del círculo perfecto que forman esta pareja y su hija Maybelle.
Y así nos remontamos en el tiempo para conocer esta historia de amor con sucesivos flashbacks que se entretejen a veces de forma algo precipitada con unos números musicales que sirven de excelente contrapunto a la fuerte carga dramática de la película, de la misma forma que equilibran esa curiosa balanza la cálida música bluegrass con los húmedos escenarios belgas en el que transcurre la película. Por cierto, todo un desatino el que no se hayan subtitulado la letra de las canciones ya que también eran parte importante del guión de la película.
El punto fuerte es la sólida interpretación de la pareja protagonista Elise (Veerle Baetens) y Didier (Johan Heldenbergh) cuya química indiscutible traspasa la pantalla, y potencia un guión que baja muchos enteros en la segunda mitad de la película, justo a partir del momento en el que los diálogos empiezan a primar por encima de los sentimientos. Mejor guardar en la memoria esa ingenuidad de Didier que, como los pájaros de la película, cree que puede atravesar los cristales sólo por el hecho de ver lo que hay al otro lado, a pesar de que Elise haga todo lo posible por evitarlo. Su amor nos quedará como la luz de aquellas estrellas extinguidas cuya luz todavía podemos contemplar y, sobre todo, por ese tatuaje mostrando una de las declaraciones de amor más demoledoras que recuerdo.
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Ficha de la película:Alabama Monroe (2012)